Después de la Navidad, este texto de Antoine de Saint-Exupéry en Terre des hommes puede inspirar nuestra vitalidad durante el 2014, considerando que la carga de poder del hidroavión es la figura retorica que se corresponde con la fuerza de la Gracia que deriva de la Encarnación:
«Con el
agua y con el aire entra en contacto el piloto que despega. Cuando los motores
están embalados, cuando el aparato hiende ya el mar contra un duro chapoteo el casco suena como un gong, y el hombre puede seguir este trabajo en el
estremecimiento de su cuerpo. Siente cómo el hidroavión se carga de poder,
segundo a segundo, a medida que gana velocidad. Siente cómo se prepara en esas
quince toneladas de materia la madurez que permite el vuelo. El piloto cierra
las manos sobre los mandos, y poco a poco en sus palmas huecas recibe este
poder como un don. Los órganos de metal de los mandos, a medida que se les
concede este don, se convierten en mensajeros de su potencia. Cuando ésta se
halla madura, con un movimiento más simple que el de coger algo, el piloto
separa el avión de las aguas y lo instala en los aires».
«Todo este lío de tubos y cables se ha tornado red de
circulación. Yo soy un organismo extendido en el avión. El avión produce mi
bienestar cuando giro un botón que calienta progresivamente mis ropas y mi
oxígeno. Y es el avión quien me alimenta. Antes del vuelo, todo esto me resulta
inhumano, pero ahora, amamantado por el avión mismo, experimento por él una
especie de ternura filial».