Dejad que os
exprese lo que me habéis hecho sentir reuniéndoos aquí para celebrar mi 53
cumpleaños. Lo primero que me viene a la cabeza es el recuerdo de cuando no os
conocía a ninguno de vosotros, hace 25 o 30 años, en los que yo era solo un Ramirito que vivía entre otros individuos, en una sociedad anónima, intentando abrirme
un futuro profesional en el cual poder vivir con cierta estabilidad y
complacencia en mi trabajo. Esa era mi identidad entonces, ser hijo de mis
padres y el trabajo, salpicado de unas pocas amistades fuertes entre el ir y
venir de los conocidos que iba encontrando según las “pomadas” que frecuentaba.
Ahora, después de esos 25 o 30 años, viéndoos aquí conmigo,
me he dado cuenta de que mi identidad se ha transformado radicalmente, y que
aquél Ramiro solitario se ha transformado en la suma de todos los que estáis
aquí. Todo empezó cuando conocí a Pepiña, una mujer que en poco tiempo empezó a
desvelarme lo más profundo de su corazón, y mostrar su complacencia estando
solo conmigo. Está novedad me pareció como si hubiera descubierto el sol, y por
eso a partir de entonces mandaba huebos cultivarla, aún a costa de mi trabajo o
de cualquier otra obligación, pues no dejaba de crecer, iluminando y dándome un
calor que me recordaba al familiar, aunque fuera de muy distinta radiación. Y
fijaros si creció que, cultivándola, después de unas cuantas cosechas, fuisteis
apareciendo, sucesivamente, María, Paula, Carmen y Javier, multiplicando y reforzando la
insospechada novedad que, no sé si por azar o por designio de Dios, había
encontrado cuando conocí a vuestra madre. La verdad es que esto fue complicando
un poco el asunto, y a aquella luz y calor inicial se añadió el sudor. Pero ese
sudor, misteriosamente, ha sido hasta ahora un sudor “mágico”, porque ha ido disminuyendo
la escasa identidad que quedaba de aquel Ramiro solitario que se encontró con Pepiña,
hasta casi anularla por completo.
Por eso os he dicho que ahora me veo como la suma de todos
vosotros, y de las pocas amistades fuertes que me quedan después de todos estos
años. Y cuando a veces vuelvo a mi antigua identidad, al irme de viaje
profesional, aunque me libere un poco del sudor, no tengo más remedio que
volver a él sin dilación, porque sólo en él encuentro el calor y la luz
espléndida y abundante con la que un día me ilumino esta mujer que está ahora aquí, conmigo.
Pues esto es lo que me habéis hecho sentir con esta
celebración, que os agradezco de corazón, porque si ahora soy algo, ese algo es
la suma de todos vosotros, y eso verdaderamente es mucho más de lo que merezco.
Os quiere,
Vuestro papi, Ramiro.